La muerte y la vida y su reciprocidad


Por: José Gilberto Ballinas Lara

Estrictamente hablando podríamos dudar de todas las cosas, pues se desconoce con certeza lo que ellas son; pero tenemos certeza de una, la muerte, ya que somos conscientes de que llegará irremediablemente.
La pregunta sobre la muerte es tan antigua y tan actual y una de las más esenciales, ya que en la medida que se trata de responder a su misterio se responden otras tantas interrogantes importantes para el hombre.
Existen distintas definiciones sobre la muerte. Etimológicamente proviene del latín mors mortis- cesación de la vida. La principal y más aceptada definición es la puramente biológica, teniendo a la muerte como un simple fenómeno biológico que expresa el fin natural de las funciones vitales de un organismo hasta entonces vivo.
En general existen dos posturas de pensamiento en relación a la muerte. La primera, de carácter negativa, argumenta que la muerte es la ausencia radical de la vida. La segunda, argumenta que la muerte es únicamente un medio que lleva a otro nivel o dimensión de la vida, es decir, la vida prolongada.
Si consideramos la muerte en su definición negativa como ausencia de vida, tenemos que decir, también, que la muerte misma la supone, de otro modo no tendría sentido hablar de muerte si antes no se vivió.
En este punto, me permito enfocar mi breve reflexión sobre la muerte en relación a la vida y viceversa.
Si la muerte supone la vida, como he aclarado anteriormente, tal afirmación nos habla de la necesidad de una por la otra, de una reciprocidad entre ambas. No debe, ni es racional ni objetivamente aceptable, desligarse una de la otra. La vida es la realidad más esencial para poder llegar al misterio de la muerte. Vivir es el elemento necesario para morir.
Para alguien que se siente confrontado a pensar en la realidad de la muerte, tiene que reflexionar, antes, necesariamente sobre la vida, lo que ella es, su razón de ser y finalidad. Sólo de este modo podrá tener más elementos para afrontar el misterio de la muerte.
Concluyo mi breve reflexión diciendo que para pensar en morir, antes tenemos que tener muy en claro que hay que pensar en la vida y más aún, llevar nuestras reflexiones a la práctica, lo que es igual a vivir, de modo que no se queden en puras abstracciones sin sentido.

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