¡Si comprendieras lo que conduce a la paz! Evangelio de hoy



Lc 19,41-44: "En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando:

-¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!

Pero no: está escondido a tus ojos.

Legará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra.

Porque no reconociste el momento de mi venida"

¡Palabra del Señor!

REFLEXIÓN PARA LA VIDA

Por: Mtro. Gil Ballinas

Hermoso pasaje el que, hoy, nos presenta la liturgia de la palabra, en donde Cristo demuestra con gran fuerza su lado humano.

Una vez que Jesús bajaba del monte de los olivos ya a las afueras de Jerusalén y es recibido, por muchos, con gritos de júbilo, llega a un lugar desde donde pudo contemplar la gran ciudad del pueblo Dios "lloró por ella". ¿Qué tristeza tan grande habrá provocado provocado en Jesús contemplar esa ciudad que le llevó a derramar lágrimas por ella? El evangelista lo aclara cuando, Jesús expresa "-¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!" Lo que hace suponer que el Maestro Jesús se refería a que su pueblo, que vivía lejos de su voluntad, esperaba al mesías enviado por Dios, que liberaría a Israel de la opresión romana, en la que se encontraba, sería entonces, él quien le traería la paz al pueblo. Ese Mesías era Jesús, y sabedor de que sería rechazado y humillado por su pueblo, hasta ofrendar su vida, fue una de las razones que lo llevaron a sentirse así.

En la actualidad, Cristo sigue estando presente en el mundo, aunque el mundo, día a día, lo rechaza cada vez más. Son muchas las personas que se aferran a una vida desenfrenada y libertina, en todos los sentidos, tratando de vivir "supuestamente en paz", pero al margen de las leyes de la naturaleza, de las normas éticas y cristianas; que no hacen, si no, vivir alterando la obra de Dios tratando de llevarla a su destrucción. Nuestras sociedades avanzan, a pasas agigantados, hacía un mundo donde impere el desorden social, la extremada violencia y el degenere.

El Señor, ve hoy, con tristeza, como muchos se aferran a vivir contrariamente a su voluntad de salvarnos del pecado y la muerte.  Cristo nos ofrece su amor y misericordia, ya que ellas nos procurarán la única y auténtica paz.

Nosotros, como creyentes, debemos hacer aún mas conciencia de nuestra realidad particular, y enforzarnos por aceptarlo plenamente en nuestra vida, para que sea él que gobierne nuestro ser y recibamos la plenitud de su salvación. ¡Hagámoslo!, ahora que aún hay tiempo.

ELEVO UNA SÚPLICA, A CRISTO, POR TI:

Amado Jesús, que tienes tanto amor para darnos; libera la mente y el corazón de quien ahora me lee, para que pueda cotemplarte y reconocerte como el único salvador y fuente de paz. Amén.

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