"Recogen en cestos los buenos y tiran los malos" Evangelio de hoy 02/08/2012


Jueves XVII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 13,47-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.

Algo para reflexionar
Por. José Gilberto Ballinas Lara

El gran evangelista san Mateo continúa brindándonos las grandes e inacabables enseñanzas que obtuvo de su gran Maestro, Jesús. 

El Señor, continúa aclarando el sentido que tiene el "Reino de los Cielos" que Él vino a instaurar: También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. La explicación es clara y precisa, los peces buenos (aquellas personas que se esfuerzan en hacer la voluntad de Dios) son separados de los peces malos (los que se jactan de su estado de pecado), estos últimos tienen un destino fatal, son tirados como algo inservible, sin sentido alguno, por no servir para lo que fueron creados.

Algo importante al respecto es el tema de la libertad que Dios da al hombre, libertad que muchos empleamos para elegir entre lo bueno y lo malo, aunque, para una persona en sus cinco sentidos y con la suficiente lucidez sabe que no puede existir tal elección, ya que únicamente se puede optar por lo bueno, es absurdo elegir entre lo malo y lo bueno. Sin embargo, la "concupiscencia" de la que habló alguna vez san Agustín de Hipona es la inclinación hacia lo que nos daña espiritualmente y muchas veces no nos damos cuenta. 

Aún así, es un esfuerzo de los verdaderos cristianos el ir  cambiando ciertas conductas que son propias de nuestra naturaleza por otras racionalmente aceptables y evangelicamente propuestas. Día a día, mientras Dios nos conceda unos instantes de vida, debemos esforzarnos en superarnos como personas, como si cada día fuera el último de nuestras vidas.

  

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