"El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra" Evangelio de hoy

#DeshumanidadQueMatasATusHijos
#DefendamosLaFamilia
#FinalDeLosTiempos
#VenSeñorJesus

Jn 8,1-11: "En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los letrados y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:

-Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices ?.

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:

-El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oirlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último.

Y quedó solo Jesús, y la mujer en medio, de pie.

Jesús se incorporó y le preguntó:

-Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?

Ella contestó:

-Ninguno, Señor.

Jesús dijo:

-Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."

¡Palabra del Señor!

Reflexión para la vida
Por: Gilberto Ballinas

Hermoso el pasaje que, San Juan, nos brinda este día para la reflexión.

Estando, nuevamente el Maestro Jesús en el Templo de Jerusalén, se le acercaron maestros de la ley y fariseos para ponerlo a prueba. Le presentan una mujer que había sido encontrada en franco adulterio (un acto pecaminoso muy castigado en el antiguo testamento, ya que, las partes involucradas no tienen un vínculo matrimonial entre sí. Este pecado rompe la alianza con Dios). La ley en antiguo era muy dura en estos casos: “Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, serán castigados con la muerte: el adúltero y la adúltera” (Lv. 20, 10-21).

Con este hecho, los opuestos a Jesús, querían encontrar motivo para acusarlo. Si aprobaba la muerte de la mujer ¿Dónde quedaba su "amor al projimo"? Si la perdonaba ¿Con qué derecho violentaba la ley? Pensaban que era la ocasión perfecta para acabar con Jesús.

Dice el escritor sagrado que Jesús se inclinó mientras escribía, con su dedo, en el suelo. Difícil saber qué quiso expresar Juan con este acto de Jesús. En mi pobre interpretación, entre la enorme gama de posibilidades, quizá Jesús, sabedor de las malas intensiones de sus oponentes, hizo una pausa para calmar la ira y el odio de ese grupo. Con ese "inclinarse" intentaría  ponerse al mismo nivel que la mujer señalada como adúltera. Un posible gesto de cercanía para con la pobre mujer.

La respuesta del Maestro Jesús fue inesperada: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra." ¿Qué fue esto? Por un lado, Jesús manifiesta su adhesión a la ley aceptando que se aplicara a la mujer, pero al mismo tiempo se aplicara también para todos. Para Cristo sólo un justo tiene derecho de ejercer justicia.  La justicia de Cristo es superior a la justicia de los legistas y fariseos. ¿Qué sucedió? Lo que tenía que pasar. Se fueron todos los acusadores. Sólo Jesús quedó. El evangelista Juan demuestra la condición divina de Jesús. Sólo la Palabra encarnada, Dios mismo, es justo.

Cristo es la justicia plena, la de Dios, la única que perdona la falta y busca reestablecer y devolver la paz de la persona.

La justicia del mundo es pobre y limitada y, al igual que los maestros de la ley y fariseos de aquellos tiempos, no se entiende y no se aplica correctamente. Muchos son los jueces de otros, pero esos mismos son incapaces de someterse a las mismas leyes que a sus enjuiciados. La justicia humana es manipuladora, y muy injusta en muchos casos. Por el contrario. La justicia de Cristo es verdadera y eficaz, definitiva.

Ante este tema ¿Cómo estamos? ¿Somos jueces de nosotros mismos antes de emitir un juicio sobre los demás? ¿Al igual que los fariseos señalamos las faltas de los demás sin tomar en cuenta nuestro propio pecado?

Imploremos al Señor nos ayude a abrirnos a su amor y su justicia para que, a semejanza suya, podamos ponernos al mismo nivel del prójimo, y antes de ser su juez, sabedores que somos iguales o más pecadores que él, perdonemos las faltas para devolverle la paz y gozar nosotros de la paz que sólo Cristo puede dar.

Comentarios