"No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores." Evangelio de hoy.









Mt 9,9-13: En aquel tiempo, vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:

-Sígueme.

El se levantó y lo siguió.

Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos.

Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:

-¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?

Jesús lo oyó y dijo:

-No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios»: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."

¡Palabra de Dios!

Reflexión para la vida

Por: Gilberto Ballinas

Hoy tenemos la oportunidad de reflexionar sobre el testimonial propio del apostol y evangelista San Mateo.

Fue llamado por el Maestro Jesús en un momento de su vida donde gozaba de ciertas riquezas y estatus (era cobrador de impuestos). Seguramente aceptado y aplaudido por la gente de su mismo nivel y clase social, pero señalado y repudiado, especialmente, por la gente pobre del pueblo, que eran despojados, de sus bienes, exigiéndoles cumplir con el tributo correspondiente. De eso se encargaba Mateo.

Jesús se encuentra con él y lo llama. Ese llamado fue especialmente importante por que es un llamado a la conversión de Mateo. Dejar, estrictamente hablando, la mala vida que llevaba, para aceptar la propuesta que él, el Maestro Jesús le daría. Mateo lo invita a su casa y come con él. Esto es significativo. El apóstol muestra, aquí, disposición y buena voluntad para recibir al Señor. Y, ante el repudio de los fariseos que vieron dicho acontecimiento, Jesús manifiesta que él estaba para llamar a la conversión de los pecadores "no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."

En nuestro tiempo, los que somos creyentes de Cristo podemos notar cómo la maldad y la ignorancia en aumento, han hecho que el número de pecadores empedernidos, también, se acreciente demasiado. Al grado que por momentos parece amenazar con rebasar a quienes, con la ayuda de Cristo, se esmeran por vivir y obrar conforme a la voluntad de Dios.

Ante las terribles abominaciones como el culto y adoración de la muerte (con el fomento a la eutanasia y al aborto. Este último apoyado por un movimiento feminista) la perversión  de la realidad sexual de la persona por parte de los degenerados movimientos LGBT; todos ellos impulsados y respaldados por la mundialmente nombrada "ideología de género" que atenta contra la realidad familiar, la vida y la integridad de los más vulnerables que son los bebés por nacer, las y los niños del mundo; nuestro Señor nos sigue llamando a dejar nuestra vida cómoda, y de pecado, para defender la vida de los más pequeños e indefensos y rescatar el diseño original, la familia, con su identidad, sus valores y virtudes.

Cada vez hay más ejemplos de conversiones: personas que han vivido los excesos y el degenere de la homosexualidad y, cansados de esa mala vida han decidido buscar ayuda para sanar sus heridas y recuperar su vida.  Otras más, que habiéndose practicado un aborto, y, o, estándo a favor de éste, han sufrido las consecuencias de tan inhumano acto, y han encontrando, el alivio y sanación, en Dios. Ellos son, también, grandes testimomios del llamado que Jesús nos sigue haciendo a dejarlo entrar en nuestras vidas para dejar el mal transformarnos en hombres y mujeres nuevos, capaces, también, de testificarlo en este mundo corrompido por el pecado.

Acerquémonos a Cristo con sinceridad y un corazón y espíritu humilde. Así el podrá entrar, habitar nuestra casa y transformar nuestra vida.

ELEVO UNA SÚPLICA, A CRISTO, POR TI:

Cristo misericordioso, que quieres habitar en nosotros, ayuda a quien ahora me lee para que, a semejanza de San Mateo, deje su vida de iniquidad y pecado y goce de tu salvación. Amén.

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