Un día después de la muerte


Mtro. Gilberto Ballinas

Este viernes 8 de septiembre del 2017, una vez más amanece en nuestro querido México. Para los creyentes, es una nueva  oportunidad de dar gracias a Dios por la vida que concede. Para los que se resisten a creer es una nueva jornada donde hay trabajo por hacer o asuntos pendientes por realizar. Aún así, los que hemos podido abrir los ojos y contemplar "la vida" pero también "la no vida" que nos rodea, coincidimos en eso, estamos vivos y hemos descubierto un nuevo amanecer. Sin embargo, para muchos, y especialmente los que experimentamos el fenómeno sísmico de anoche, estaremos de acuerdo que no es un día "común" -como algunos suelen decir- o un día ordinario como otros que han pasado.

Muchos mexicanos hemos despertado con la noticia del sismo de mas de 8 grados richter y sus más de 100 réplicas (hasta esta mañana de viernes 8/09/17), que ha sacudido al estado de Chiapas y gran parte del sur y centro de nuestro país.

Como es común en los seres humanos -desde los primeros días de su existencia-, ante lo desconocido e incomprensible, ante el dolor y la muerte, ante las realidades que nos superan, solemos reaccionar con temor, con incertidumbre, tristeza, otros con sentimiento de culpa y con el propósito de arrepentirse y mejorar en su propia vida -en el caso de los creyentes- y, otros más, en ocasiones, hasta con el deseo de creer en un ser superior - en el caso de los que dicen no creer. Un evento natural (Ciclón tropical o sismo, por mencionar algunos) no es la excepción.  Y esto sucede, en buena medida, por que nos descubrimos inferiores, incapaces de contrarrestar estos acontecimientos, sintiéndonos en franca desventaja y deseando contar con algo o alguien que pueda darnos razón y esperanza ante esas realidades, al menos mientras sucede el acontecimiento que nos pone frente a la muerte, esto gracias a nuestro intelecto que nos pone frente a la conciencia moral del bien y el mal.

La naturaleza en su complejidad estructural y organizativa está en constante movimiento. El evento sísmico de ayer, aún cuando habrá quienes digan que haya sido resultado del movimiento continuo, no solo de la corteza terrestre, y, o, de las demás capas de la tierra, o a la estructura tectónica que conforma el suelo de nuestro país, especialmente nuestro estado; responde también al mal uso que la humanidad ha hecho de los "recursos naturales" y la manera tan abrupta y precipitada de modificar lo que biólogos llaman "ecosistemas". El modo de proceder de la naturaleza es, hasta hoy, poco comprensible. Esto mismo hace que el miedo nato a lo desconocido saliera a relucir durante el movimiento sísmico de anoche de 8.2 grados Richter, según el dato previo del Sismológico Nacional.

Hoy se evalúan los " daños" que ocasionó este hecho para reestablecer, en lo posible, las condiciones de la vida en sociedad y nuestro país continúe con su acostumbrada rutina social.  Hoy se lamenta lo sufrido y los muertos que poco a poco se van descubriendo. Mañana, como suele pasar, quedará solo como un hecho histórico más.  Sin embargo, se puede asegurar que en algunos personas, el evento sísmico de ayer fue motivo de reflexión para replantearse la propia vida y esto resulte en una mejora personal.

El dilema del bien y el mal -presentes desde las primeras civilizaciones del mundo- ha sido y seguirá siendo tema que impacte la vida de la humanidad. La ética filosófica la estudia desde que la razón humana comenzó su asenso sobre la mitología. El sufrimiento, las enfermedades, la violencia humana, la muerte, seguirán poniéndonos una y otra vez en conflicto, ya que seguirán siendo constituyentes de nuestro diario vivir. De lo que pensemos de ellas y de la elección que hagamos entre actuar conforme al bien ético o conforme al mal, dependerá nuestra vida y el anhelo de felicidad y perfección propio de nuestro ser de humanos.

Es probable que éste no sea el último evento natural, de gran magnitud, que experimentemos -antes de morir- que nos vuelva a poner frente a nuestra condición humana tan vulnerable y temporal. Continuemos viviendo cada vez más intensa y felizmente, pero sí aprendiendo de las experiencias límite como la de anoche, porque creyentes o no, tenemos qué hacerlo, mientras nos descubramos en esta realidad, ya que, está claro, que nadie podrá jamás vivir nuestra propia vida.

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