Texto
del Evangelio (Lc 2,33-35): “En aquel tiempo, el padre de Jesús y su madre
estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María,
su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para
ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a
fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».”
Algo para reflexionar:
Por: José Gilberto Ballinas Lara
Feliz inicio de semana a
todas y todos.
La liturgia de este día nos
propone la fiesta de la “Virgen de los Dolores”, otra buena oportunidad para
profundizar en la persona de la Santísima Virgen María.
El texto que se nos propone
hoy es, relevante en muchos sentidos. Uno de ellos, es el profético. Cabe
mencionar que desde la antigüedad Dios se hizo presente en su pueblo mediante
la voz de los profetas. En el contexto de la presentación de Jesús en el Templo,
María la madre del niño, recibe sobre sí un anuncio profético por parte de
Simeón –hombre bueno a los ojos de Dios- “«Éste
está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de
contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que
queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».”
El evangelista Lucas pretende
dejar claro que el siervo de Dios Simeón le anticipó a María el sufrimiento que
ella pasaría, cuando su hijo Jesucristo padeciera el suplicio de la Cruz, tal
como el profeta Zacarías lo anticipó en antiguo Llorarán por aquel que ha sido traspasado, como se siente la muerte de
un hijo único, y lo echarán de menos como se lamenta el fallecimiento del
primer hijo”
María, la mujer que había
sido elegida por Dios para traer al Mesías y Redentor, ya conocía en parte, el
misterio de la salvación. El Ángel se lo había comunicado la vez del Anuncio de
la Encarnación. Después, por voz de su prima Isabel, posteriormente la
manifestación de Jesús en el momento del Nacimiento y ahora las palabras de
Simeón. De este modo, María fue profundizando en el misterio de Dios, del cual
Él le había hecho parte importante.
De este modo María se
convierte, ya, en un ejemplo de obediencia, humildad y seguimiento a Dios: Ese ¡Sí!
al Ángel “Aquí está la esclava del Señor. Se haga en mí según tu palabra”,
aceptando la voluntad de su Dios. Con humildad se olvidó de sí y fue en auxilio
de su prima Isabel quien le dice “¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito
el fruto de tu viente!” respondiendo María “Proclama mi alma la grandeza del
Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque se fijó en su
humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me felicitarán. El
poderoso ha hecho obras grandes por mí…”. Finalmente María sigue a Jesús en su
camino hasta el suplicio de la Cruz, donde sufre con Él el desprecio de Israel
hasta la muerte.
Ante la persona de María,
¿qué podemos decir?: ¡No puedo con mi cruz!, ¡Seguir al Señor es imposible!, ¡Hacer
la voluntad de Dios es una locura! Todas estas afirmaciones se vuelven
absurdas.
Pidamos a nuestra Madre
Santísima que nos haga un poco como ella para que aprendamos –fuera de excusas
sin sentido- con humildad a obedecer y seguir a Cristo, independientemente de
la vida tan difícil que estamos viviendo. Y cargar, como Él, nuestra propia
cruz.
¡Qué testimonio el tuyo
María. Estar siempre dispuesta a cumplir, fielmente, la voluntad de tu Señor! ¡Bendita
seas por siempre!
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