
Algo para la reflexión:
José Gilberto
Ballinas Lara
Buen día amigas y
amigos.
Seguimos contemplando
el testimonial del evangelista san Lucas, el evangélico sinóptico de la
caridad.
Jesús continúa su
discurso en la montaña. Esta vez, propone algunos exhortaciones prácticas de la
vida que deben realizarse para ser verdaderos discípulos suyos e hijos amados
del Padre. No son solo máximas éticas que busquen una mejor convivencia en
sociedad. Son prácticas que deben ir conformando un cambio de actitud al modo
de Cristo.
Amad a vuestros
enemigos. ¿En qué cabeza cabe? Por naturaleza el ser
humano tiende a contrarrestar cualquier agresión o ataque con otra agresión
igual o peor. Alguien nos hace daño y respondemos con rencor y odio. Hay
quienes dicen lograr perdonar pero viven con el deseo de no volver a
encontrarse con el agresor porque “No sé cómo reaccionaría”. Esto es generado
por los impulsos naturales. Entonces, ¿por qué el Maestro Jesús exhorta a amar
a quien no nos ama?
Por otro lado, los
seres humanos tenemos la posibilidad de cambiar nuestras conductas impulsivas
por otras surgidas de la sana y recta razón. Esto supera en mucho la conducta
impulsiva. Nos habla de una conducta racional, madura. ¿Aún así, aunque se elija no responder a la violencia con violencia, cómo hacer para responder con el
amor? Parece imposible de realizar. Para entender mejor esta disyuntiva, el
mismo Jesús propone otra máxima Y lo que queráis que os hagan los hombres,
hacédselo vosotros igualmente. Esta exigencia también es lógica. Todos,
sin excepción deseamos ser amados. En nuestra sociedad, es común realizar los
intercambios, con el fin de obtener un beneficio. Este mismo principio aplica
en el amor. Si deseo amor, debo dar amor. ¿Pero amar incluso al que no me ama?
El Señor Jesús es claro con el imperativo categórico del sí, amar a nuestros
enemigos.
Otro aspecto que
ayuda mucho a aclarar la exigencia de Jesús de amar, es el del mérito personal, hacer más allá de lo común Si
amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a
los que les aman.
Para construir una
auténtica comunidad eclesial, es necesario poner especial atención en la
vivencia de la caridad y el amor entre los bautizados. Desde el momento de
recibir la salvación por Cristo, estamos llamados a practicar cada vez con más ímpetu
el amor a los demás. En esto se podría resumir el Evangelio. Amar,
independientemente del destinatario, amigo o enemigo, es más, en última
instancia, el que ama en plenitud deja de ver en el otro a un enemigo, por el
contrario, ve a un prójimo con la necesidad de ser amado.
Pidamos al Señor que
nos haga sentir su gran amor para que, sintiéndonos llenos de él y no pudiéndolo
contener, lo compartamos con nuestros semejantes.
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