¿Qué tiene que pasar para convertirnos al bien y creer en Cristo? Evangelio de hoy.


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Lc 11,29-32: "En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús y él se
puso a decirles: -Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del Hombre para esta generación.

Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.

Cuando sea juzgada esa generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás"

¡Palabra del Señor!

REFLEXIÓN PARA LA VIDA

Por: Mtro. Gilberto Ballinas.

Hoy, la liturgia de la Palabra, nos brinda un hermoso texto del evangelio de Cristo, según el testimonial de san Lucas:

Encontramos, al Maestro Jesús, anunciando la Buena Noticia de la salvación. Esta vez, en medio de una muchedumbre, hace un reclamo muy fuerte hacia aquellos  que, llevaban una vida contraria a los mandamientos de Dios y la enseñanza de los profetas: "-Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás." Jonás fue un profeta que, en la antigüedad, exhortó a los habitantes de Nínive a convertirse de su mala vida, porque así lo pedía Dios, de lo contrario vendría la catástrofe sobre ellos. Pero, los ninivitas, se arrepintieron y se convirtieron. En ese caso, mucho valió la predicación de Jonás y su testimonio de conversión,  ya que él tuvo la experiencia de ser tragado por una ballena, pasar tres días en el interior de ella, hasta que fue expulsado fuera. Este signo fue un presagio (valga la expresión) de lo que después sucedería con Cristo: su muerte, y al tercer día su resurrección de entre los muertos.

Jesús predicó y demostró con obras, a la gente incrédula de su tiempo, que él era el mesías, el Hijo de Dios. Sin embargo, no le creyeron. Y les dejó en claro que el signo definitivo sería su pasión, muerte y resurrección. Lo cual aconteció.

En nuestro tiempo también se vive una ola, enorme, de incredulidad por la realidad de Dios. Específicamente, son pocos los que, en verdad, han tenido un encuentro con el Señor, y han aceptado la fe cristiana. Pareciera que el mundo no quiere a Dios, al mundo le estorban las leyes morales, éticas, más aún,  el mundo detesta el evangelio (que es Cristo), y lo demuestra con su iniquidad e inclinación al mal. Algunos se atreven a decir que creerían en el Señor Jesús, si se dejará ver. Hablan así, seguramente por la enorme ceguera espiritual que les provoca lo material. Otros que, igual viven sin considerar a Dios en su vida, ante una experiencia límite como la enfermedad, catástrofes naturales (inundaciones, terremotos, etc.), y la misma muerte, se doblegan de su soberbia y autosuficiencia, y vuelven la mirada( al menos momentáneamente) a Dios.

A nosotros, también nos exhorta el Señor a convertirnos del mal al bien, y creer en él. Es absurdo que esperemos que algo más suceda para que dejemos
nuestra mala vida (llena de egoísmos, vanagloria, envidias, etc.) Aceptemos la fe que él nos ha participado desde nuestro bautismo. Cristo vive (en el prójimo) y camina entre nosotros( mediante los hombres y mujeres de buena voluntad que encontramos), nos acompaña(en la oración, y, para los creyentes católicos, en la Eucaristía y los sacramentos) nos educa (con la sagrada escritura) y quiere reinar en nuestras vidas.

Pidamos a Dios nos conceda la humildad de corazón para que podamos abrir nuestros ojos y contemplar su presencia en nuestra vida.

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