¿Qué
significa obispo?
José Gilberto Ballinas
Lara
Comúnmente escuchamos
hablar de los obispos, de cómo predican a los fieles con gran sabiduría, de
cómo celebran los Sacramentos con gran solemnidad, de cómo opinan a favor de la
verdad cristiana en los medios de comunicación masiva, etc. Pero, muchos
sabemos poco o nada del Ministerio Episcopal que han recibido. En adelante
trataremos varios de los aspectos que integran dicho ministerio.
Esta vez, permítanme iniciar
con la conceptualización del término “Obispo” y lo que significa, de modo
general y para la Iglesia Católica.
Buscando en
enciclopedias en línea, encontré la siguiente definición “Obispo: Prelado
superior de una diócesis. Obispo in pártibus infidélium (o in pártibus). El que
toma título de país o territorio ocupado por los infieles y en el cual no
reside. [Religión] Obispo Entre los diversos ministerios que existen en la
Iglesia, ocupa el primer lugar el de los obispos que, a través de una sucesión
que se remonta hasta el principio, son los transmisores de la semilla
apostólica.” (Enciclonet.com)
Como podemos ver, dicha
definición hace ya alusión al concepto desde un enfoque religioso, quizá porque
la palabra “Obispo” no puede concebirse, con certeza, desde otro enfoque que no
sea el religioso, y más aún, desde la Religión Católica que es, como veremos
más adelante, su punto de partida. La definición propuesta nos habla ya de la
supremacía que tiene la persona del Obispo, incluso hace referencia a la
“sucesión apostólica” en la que está inmerso.
Analizando el concepto
desde un Diccionario Bíblico encontré la siguiente definición: “Obispo: Griego epískopos, vigilante, inspector o
superintendente. Hombre dotado por Dios para cuidar la Iglesia. Debía tener
cualidades de maestro, pastor y administrador. El obispo tenía la
responsabilidad de apacentar la Iglesia del Señor. El Título de obispo se
deriva de Cristo, quien es pastor y guardián.” Esta definición, por supuesto
que nos aclara mejor el verdadero sentido y ser de un obispo.
Las Sagradas
Escrituras, como fuente principal de la Revelación, por su parte, nos ilumina
de la siguiente manera: “Tened cuidado de
vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo
como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la
sangre de su propio hijo” (Hch 20, 28.) A grandes rasgos, San Pablo,
exhorta a los presbíteros de Éfeso a cuidar y pastorear a los cristianos por
mandato del Espíritu Santo.
Por otro lado,
encontramos en (1 Tm 3, 2-7) el siguiente texto “Es, pues, necesario que el epíscopo sea irreprensible, casado una sola
vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar, ni bebedor ni
violento, sino moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, que
gobierne bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad;
pues si alguno no es capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la
Iglesia de Dios? Que no sea neófilo, no
sea que, llevado por la soberbia, caiga en la misma condenación del diablo. Es
necesario también que tenga buena fama entre los de afuera, para que no caiga
en descrédito y en las redes del diablo.”
Se podrán mencionar
otros textos de la Escritura donde se hace referencia al ser del obispo. Por
ahora considero suficiente lo estudiado en los Hechos de los Apóstoles y en la
Primera Epístola a Timoteo. En (Hch 20, 28.) Encontramos tres grandes
características que todo obispo debe tener en cuenta en su ministerio pastoral,
y que definen, ya, su identidad como pastor y guardián de la Iglesia que le ha
sido encomendada: cuidar, vigilar y pastorear a la grey.
En cuanto al aporte que
San Pablo hace a través de la Epístola a Timoteo en (1 Tm 3, 2-7) el texto se
refiere al personaje denominado “epíscopo” que por ningún motivo corresponde a
la persona del obispo, como lo conocemos ahora, sino al creyente que ejercía
algún cargo en la comunidad cristiana de esos tiempos. Por tal motivo no debe
ser motivo de controversia el hecho de leer que, entre las cualidades descritas
por San Pablo aparezcan “casado una sola
vez” o “que gobierne bien su propia
casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad; pues si alguno no es
capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios?”
Aclarado este punto, podemos
rescatar los aspectos que el apóstol de los gentiles nos regala en dicha cita sensato, “…educado, hospitalario, apto para
enseñar,” La educación, ha jugado un papel importante en los que son
llamados a ejercer el Ministerio episcopal. La riqueza de la educación
familiar, se consuma con la cultura y formación que recibe en el Seminario, así
como la gran experiencia que le dejan el diaconado y el presbiterado. Estos
antecedentes ayudarán a que el obispo sea hospitalario, como parte de la
caridad evangélica que debe vivir. Finalmente todo ese bagaje que conforman su
persona, harán que el obispo pueda ejercer plenamente el ministerio de la
enseñanza de la sana doctrina, los consejos evangélicos y la evangelización en
general.
Con todo lo tratado en
este pequeño artículo, podemos decir que el obispo, en la actualidad, es la
persona que, luego de un complejo proceso de formación al ministerio ordenado,
recibe el orden episcopal y el sacerdocio pleno, y con él la enmienda de guiar,
pastorear, enseñar y educar a la Iglesia particular (diócesis) que le ha sido
conferida por el Papa, sucesor de san Pedro.
En la próxima entrega
analizaremos lo que significa el ministerio pastoral de los obispos,
iluminándonos por el Concilio Vaticano II.
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