"Desde el cielo, una hermosa mañana, la Guadalupana", vino a México, para traernos la esperanza y salvación de su hijo, Jesús

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Por: Gilberto Ballinas 

Es doce de diciembre ¿Que sucede en nuestro país? ¿Qué pasa hoy, que la mayor parte de los mexicanos se detiene para volver la mirada al cielo por culpa de una mujer? ¿Quién es esa mujer mexicana, "vestida de sol, con la luna bajo sus pies", y que cada 12 de diciembre es capaz de mover a un pueblo como el nuestro para que la busquen y le ofrezcan oraciones, actos de misericordia,  acciones de gracias,  sacrificios personales; hasta volverse, ella, el centro de atención de una nación entera? Preguntas como esta necesitan, al menos, alg o de estudio, principalmente, histórico- cultural.

El acontecimiento guadalupano surge (brevemente explicado) cuando, siendo nuestro territorio colonia de la monarquia española, y como tal, nuestros antepasados sufriendo la esclavitud física, pero también la cultural e ideológica, y, ya sin esperanza alguna ante la imposición de un estilo de vida diferente al suyo; La virgen María, bajó de los cielos y se dignó pisar nuestro suelo para traer un mensaje de esperanza, con su sola presencia, pero especialmente con la presencia de su hijo, Jesús, en su vientre.

La vida de nuestros antepasados había cambiado definitivamente. Fueron sometidos por la corona española. Los indugeron a abandonar sus costumbres y tradiciones. Los obligaron a dejar de ser ellos para ser, lo que los españoles querían que fueran en adelante. ¡Qué desgracia! ¡Qué pena para nuestros pueblos originarios! ¡Ni sus antiguos dioses pudieron liberarlos de la opresión y la esclavitud! Incluso, el conocimiento de una nueva visión religiosa: "el cristianismo" con todo y las promesas de vida eterna que el evangelio les brindaba,  no sabían cómo asumir la esperanza de la Palabra del Dios cristiano, en medio del dolor y sufrimiento que les aquejaba, día y noche. ¡Cómo aceptar creer en Jesús como su salvador, en medio de una desgraciada vida!

En ese contexto vino la respuesta de Dios. María, a quien, despues, muchos de los indios la relacionaron con la diosa Tonantzin, eligió a un humilde y piadoso indio "Juan Diego", y en su propia lengua "nahuatl", (presentándose como "La madre del verdadero Dios, por quien se vive") le dirigió un mensaje de amor. Ese "No temas Juan Diego... el más pequeño de mis hijos...no se perturbe tu corazón...¿No estoy, yo, aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y mi resguardo?" es una palabra de esperanza que toca el corazón lastimado de ese indio y le da nuevas fuerzas para seguir adelante. Es un ¡Confía hijo. Tienes en mí a una madre! El  "quiero que en este lugar se construya mi casa sagrada" es, también, una promesa de que ella y su hijo Jesucristo, le acompañarán en todo momento, y nunca lo dejarán sólo.

Aún así, la madre le pidió a Juan Diego llevarle ese mensaje al obispo, pero, las circunstancias no le permitían. Cuando al fin pudo, el obispo le pidió evidencia para creer, y fue cuando la Madre Bendita decide
dejar plasmada su bendita imagen en la tilma del bienaventurado Juan Diego. Esta es la prueba más grande de su visita y de su esperanzador mensaje. Esa imagen es todo un códice que tiene plasmado signos muy representativos y esenciales, y que fueron claves para que ese pueblo en desgracia, aceptara la fe en Cristo, y la esperanza que él les proponía en los santos evangelios. Dicha aparición se suscitó en un tiempo muy importante para el pueblo indio. Fue en solsticio de invierno. En aquel año de 1531, 13 caña, o tlahuiscalpan que se entendía como "rumbo de la casa de la luz" y que las apariciones maternales de María se suscitaran en aquel cerro del "Tepeyac" que se puede traducir como "la raíz de lo verdaderamente sagrado". Estos hechos fueron suficientes para lograr que ese pueblo indígena (nuestro propio pasado) volviera la mirada a Dios y, aceptaran la inculturación que Santa María de Guadalupe les participaba. 

Este hecho, fue y continúa siendo la principal fuente de fe y esperanza para muchos mexicanos. Nuestra realidad, aún es desalentadora. No existe la justicia, hay una apresurada pérdida de valores humanos y también cristianos. La llegada de una cultura mundial que induce a confiar en el ser humano y sus nefastas aberraciones materiales e inhumanas (contrárias a la naturaleza humana, al bien moral y ético, pero, especialmente, que contrarresta el evangelio de Cristo), y que amenazan con destruir la humanidad, incluido nuestro país. Es en este día, 12 de diciembre, donde muchos mexicanos volvemos a  levantar la atención a esa mujer que quizo quedarse en aquel cerrito sagrado donde ahora está la actual Basílica de Ntra. Sra. De Guadalupe. A esa Madre de Cristo, para implorar su amor y protección. Por ello nuestro país, hace un alto en su agetreada vida social para volver a creer, retomar la esperanza en Dios, mediante la evidencia de esa venerada imagen de María Santísima (La mujer mexicana, vestida de sol con la luna bajo sus pies) y su mensaje maternal de amor y esperanza.

Que su "¿No estoy, yo, aquí, que soy tu madre?" Vuelva a resonar en nuestro ser, y nos motive a confiar en la salvación de su hijo Jesucristo, y en su retorno glorioso.

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