"Lo subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús" Evangelio de hoy


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"Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar.

Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús. Él, viendo la fe que tenían, dijo:

-«Hombre, tus pecados están perdonados.»

Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar:

-«¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?»

Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó:

-«¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir "tus pecados quedan perdonados", o decir "levántate y anda"?

Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados -dijo al paralítico-: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa.»

El, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.

Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor:

-«Hoy hemos visto cosas admirables.»"

¡Palabra del Señor!

REFLEXIÓN PARA LA VIDA
Por: Mtro.  Gilberto Ballinas

Hemos iniciado la segunda semana de adviento, preparación para la solemne fiesta de la encarnación de nuestro Señor Jesús.

Los textos del evangelio de este día, de San Lucas, nos hablan de la auténtica condición mesiánica de Jesús y del gran amor, que ese mesías tiene con la humanidad.

Realizando, Jesús, su ministerio por Galilela, predicando y habiendo sanado a varios de distintas enfermedades, lo que lo hizo popular entre las gentes, San Lucas dice que estaba enseñando en medio de un gentío, y habiendo entre ellos maestros de la ley y de la secta farisaica, lo interrumpieron para presentarle a un paralítico. No fue una simple interrupción. Para llegar a Jesús, los que cargaban al enfermo tuvieron que ir al techado (exponiendo su propia vida y la del enfermo) cargar con él y bajarlo a donde estaba el Maestro Jesús.

¡Qué admirable gesto! ¡Qué gran muestra de amor al prójimo! ¡Qué inquebrantable fe en Jesús! Como dije en otra ocasión, en tiempos de Jesús los judios pensaban que un enfermo era un pecador y a causa de su pecado tenía que sufrir su enfermedad. Por ello, al ver lo que hicieron esos hombres, Cristo de inmediato ofrece el perdón a aquel pobre y excluido paralítico. La cerrada mente de los rabinos y fariseos no les permitió entender lo que estaba sucediendo. Por no reconocer a Jesús como el mesías esperado lo tomaron a blasfemo. Aún así, el Señor Jesús, levanta a aquel paralítico y le restituye su vida plena.

La élite judía trató, todo el tiempo, de evitar que Cristo realizara su ministerio de salvación. Claro está, no lo lograron. Hoy también, son muchas las instancias y personas que se han dado a la tarea de quitar a Dios de la vida humana. Con sus ideologías contrarias al evangelio cierran los accesos a Jesús. Desean que los que aún creemos en Cristo desistamos de nuestra fe y nos ocupemos de vivir esta realidad pasajera y material.

¿Qué debemos hacer? Tomar el ejemplo de aquellos hombres. Confiar en el Señor e ir a su encuentro, llevando con nosotros nuestras necesidades, pero también, cargando con la parálisis de alma y espíritu de este mundo pecador. No temamos tener que escalar sobre estructuras como los antivalores, la cultura de la muerte, el libertinaje sexual, etc. Pongamos manos a la obra y lleguemos hasta Cristo. Él, que conoce los corazones, hará su milagro en nosotros y, por nosotros, en este mundo aferrado a la maldad. Por nuestra fe y testimonio, muchos darán gloria a Dios.

ELEVO UNA SÚPLICA, A CRISTO, POR TI:

Oh, Jesús misericordioso. Da valor, a quien me lee en este momento, para ir a tu encuentro. Sana la parálisis de vida en que lo tiene sumergido el odio, el desamor, y la autosuficiencia. Amén.

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