Por: Gilberto Ballinas
Muchos padres, aún siendo cristianos, se preguntan si la
educación sexual que deben dar a sus hijos debe ser como lo exponen las
ideologías contemporáneas, que enseñan, entre otras cosas, que los adolescentes
debido a su condición como tal y a la influencia de los factores
biopsicosociales (crecimiento y desarrollo físiológico, cambios en la conducta
y el desarrollo cognitivo, así como el entorno social) deben recibir
instrucción sobre la sexualidad, entendida como un fenómeno normal,
consecuencia de los factores mencionados; donde la necesidad de
autoconocimiento sexual y “coito” deben ser cuidados y regulados por ellos para
evitar embarazos y enfermedades.
Si bien, es claro que en la sexualidad humana, especialmente
en la adolescencia es un factor determinante en la vida del ser humano, no es
correcto reducir a la misma a la pura sensibilidad, es decir, argumentar que la
sexualidad es únicamente entrar en el profundo y desconocido mundo de la
afectividad humana desde la sola perspectiva sensual y genital, con miras al
coito entre un hombre y una mujer.
La sexualidad es una dimensión constitutiva de los seres
humanos, es parte de su ser de personas que les permite una identidad definida
entre ser hombre o mujer, les brinda la posibilidad de entrar en la necesaria
relación con los demás para luego enfocarla a alguien en especial y, mediante
la sexualidad, hacer una donación de sí al otro; acto que desde el ámbito
cristiano se da plenamente entre una pareja en el matrimonio, donación que
influye integralmente en quien la realiza, es decir, la persona misma, tal como
nos aclara el magisterio de la Iglesia:
“En consecuencia, la sexualidad, mediante la cual el hombre y
la mujer se dan uno a otro con los actos propios y exclusivos de los esposos,
no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona
humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano, solamente
cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se
comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. La donación física total sería
un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente
toda la persona, incluso en su dimensión temporal; si la persona se reservase
algo o la posibilidad de decidir de otra manera en orden al futuro, ya no se
donaría totalmente.” (Familiaris Consortio Núm. 11)
La sexualidad involucra a toda la persona y no sólo a sus
sensaciones fruto de reacciones hormonales y procesos bioquímicos. En este
sentido la mente, el cuerpo y el espíritu están en íntima unión y las acciones
que uno realice en pro o en contra de ellos redundarán en beneficio o en mal de
la persona misma. De tal suerte que, en la entrega de sí mismo, va implícito
todo el ser.
Obviamente que el adolescente difícilmente identifica todos
estos aspectos de la sexualidad y se conforma con lo que le ofrece el entorno
que, como he dicho, es una visión limitada del tema. Es tarea de los padres o
tutores dar a conocer una visión más amplia del tema a los jóvenes.
La llegada de la adolescencia tiene entre todos los cambios
uno muy importante, la capacidad reproductiva. En este sentido, la reproducción
humana va más allá del hecho de poder procrear, sino saber lo que concebir a
otro ser humano implica, las responsabilidades sociales pero también las éticas
y en nuestro caso las cristianas. Al respecto la exhortación apostólica Familiaris Consortio define la necesidad
de visualizar una fecundidad responsable con la ayuda de los padres de familia:
“Esta totalidad, exigida por el amor conyugal, corresponde también con las
exigencias de una fecundidad responsable, la cual, orientada a engendrar una
persona humana, supera por su naturaleza el orden puramente biológico y toca
una serie de valores personales, para cuyo crecimiento armonioso es necesaria
la contribución perdurable y concorde de los padres.” (Familiaris Consortio
Núm. 11)
Padres, cuidemos más del contenido que les proporcionamos a
nuestros hijos referente a la sexualidad humana. No caigamos en la desidia y el
conformismo de decir “No puedo hacer más que adaptarme a lo que los demás
convienen que es correcto sobre la sexualidad” o expresado en términos más
concretos “es suficiente con que se protejan en el acto sexual”. Como familia y
padres cristianos debemos fomentar siempre la sana y correcta visión de la
sexualidad humana.
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