Miércoles XXII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 4,38-44): En aquel
tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La
suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella.
Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella,
levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos
cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y,
poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían
también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de
Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él
era el Cristo.
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.
Algo para la reflexión
Por: José Gilberto Ballinas Lara.
Esta ocasión el evangelio nos presenta a Jesús realizando su ministerio, sanando enfermos. La
suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella.
Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó. El Señor, tiene el poder para sanar cualquier enfermedad (física o espiritual). La suegra de Simón había dejado de vivir su vida normal, ya no era la mujer activa que sus seres queridos conocían; por este y otros motivos rogaron a Jesús por ella. Jesús accede y reprende a la fiebre, y esta abandona a la mujer. Continúa el evangelista explicando que ella al instante se levantó y se puso a servirles. De este modo, Cristo restituye la salud total y reintegra a la mujer a su vida. Este hecho fue signo de fe para muchos que creyeron en Jesús, mismos que trajeron a sus enfermos a la presencia de Él para ser sanados.
Por si fuera poco, entre los presentes habían endemoniados que al ser expulsados descubrían a Cristo a la muchedumbre «Tú eres el Hijo de
Dios» pero Él los reprendía para que no hablaran. Luego de haber sanado a todos, se quería marchar pero la gente le rogaba se quedara, sin embargo Él les da a conocer que, como el enviado del Padre, "Mesías" «También a otras ciudades tengo que
anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido
enviado»
Cristo es reconocido por sus obras, por su testimonio, incluso es descubierto por los espíritus malignos. Todos estos signos son suficientes para creer que Él es Dios y que es el único que puede dar la salud, restituir la vida y devolver la gracia.
Pidamos al Señor que derrame sus bendiciones sobre nosotros para que, una vez recibido sus beneficios, podamos, a semejanza de la suegra de Simón, levantarnos a servir a los demás, y eso haga que muchos otros vayan con fe al encuentro de Jesucristo para, también, ser sanados.
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