Martes XIX del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 18,1-5.10.12-14):
En una ocasión, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Quién es, pues, el
mayor en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, le puso en medio
de ellos y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los
niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga
pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el
que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de
menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus
ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está
en los cielos. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le
descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve,
para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de
verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no
descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre
celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».
Algo para la reflexión
Por: José Gilberto Ballinas Lara
Una disculpa por no haber publicado, los últimos cuatro días, mi reflexión. Causas de fuerza Mayor.
Los versos de hoy del Evangelio, nos pone de manifiesto la característica más importante para quienes aspiran ser los más grandes a los ojos de Dios quien se haga
pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos Ser pequeño, para Jesús, es el criterio máximo para alcanzar la grandeza en el Reino de los Cielos. No es cuestión de estatura, ni de edad, más bien de actitud, poder llamar a Dios como "Padre", como la figura paterna indispensable en el proceso de desarrollo y de la vida de todo niño (a).
Por otro lado, somos testigos de los constantes esfuerzos que el ser humano hace por alcanzar la categoría de Dios. Basta contemplar los grandes transfondos que tienen el gran desarrollo de las ciencias particulares y la tecnología, que no es más que un querer demostrar que se es capaz de hacer réplicas de los fenómenos cósmicos y manipularlos a nuestro antojo. Este afán del hombre por ser Dios carece del elemento fundante, Dios mismo. El ser humano se olvida de su condición de creatura y cree que algún día logrará ser Divino.
Retomando los versos de la Palabra de Dios de hoy, tenemos que Jesús en su categoría de Dios "encarnado" deja claro que solo en el reconocimiento del ser "creatura" de Dios y de la filiación con Él es posible alcanzar la divinidad, por supuesto, por los méritos de Cristo.
Pidamos a Dios que nos ayude a vernos como los niños que Él quiere, sin orgullo ni soberbia, capaces de poder llamar Papá a Dios.
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