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Para los creyentes en Jesucristo, la cruz de Cristo es símbolo de vida

Por: José Gilberto Ballinas Lara

El ser humano como ser simbólico –capaz de representarse con una imagen o figura un concepto tal, por alguna semejanza que el entendimiento descubre entre ambos- a lo largo de la historia de la humanidad se ha hecho de infinidad de figuras e imágenes para representar ideas y conceptos que van desde poder, superioridad, vida, hasta inferioridad, descrédito, humillación y muerte.

En este sentido, la cruz ha jugado un papel simbólico por demás relevante. Por un lado, tenemos aquella visión donde la cruz tiene una connotación de humillación y muerte. Basta remontarnos a los siglos donde el Imperio Romano prevalecía en gran parte del territorio que hoy conocemos como Europa y otros lugares. Para los romanos la cruz de madera era usada para castigar a muchos condenados a muerte, donde se exponía a la persona sin vestiduras, de manera que todos pudieran contemplarle desnudo, lo cual ya era una humillación tanto para el que sufría el suplicio como para quienes le conocían y estimaban.  

Asimismo, como hemos dicho, el condenado a ser crucificado, además de pasar por una situación embarazosa pasaba por un terrible sufrimiento físico cuando era clavado, al madero, y por si fuera poco, un sufrimiento psicológico por las burlas de quienes eran sus ejecutores y/o acusadores; haciendo del suplicio un prolongado sufrimiento para el crucificado, que sólo terminaría, con la muerte.

Dicho simbolismo atribuido a la cruz se prolongó hasta muchos siglos después. Esto podría ser suficiente para que muchos optaran por tomar una actitud de rechazo ante la cruz. Sin embargo, la Iglesia Católica, antagónicamente, concibe una actitud de aceptación que llega hasta la adoración de la cruz, pero no de cualquier cruz, sino la cruz de Cristo, la cruz donde Él la piedra angular de la fe cristiana padeció el suplicio hasta la muerte.

¿Cómo explicar este fenómeno?, ¿Cómo entender que haya quienes puedan honrar un símbolo como la cruz, aún cuando fue en ella donde Cristo, Dios hecho hombre, murió siendo mancillado y humillado, asemejándolo a la categoría de un malhechor, sin serlo? Esto, a simple vista, parece inexplicable, carente de sentido.

Para responder a las interrogantes planteadas, veo necesario contemplar la realidad de la muerte como eso, la realidad que nos presenta más certeza que ninguna otra. No se necesita ser una persona letrada o una persona con muchos estudios para saber que la muerte es una realidad. Para esto, basta la experiencia, ver cómo mueren las plantas, los animales y más aún cómo muchas personas pierden la vida por distintas causas. Todos, plantas, animales y personas tenemos cosas en común, en este sentido el principal elemento que compartimos es la vida.

La vida es el punto de partida para hablar de la muerte. Se muere por que antes se tuvo vida, vivir es la condición necesaria para morir. Lo importante es, entonces, saber vivir para morir bien, vivir más lúcidamente para estar más preparado para la muerte y aceptarla tal como ella es, con su inagotable misterio.

Cristo murió en la cruz, pero como hemos dicho antes, tenemos que suponer que vivió, y de hecho así fue, la divina revelación (las Sagradas Escrituras) así nos lo descubre. Cristo vivió y vivió de tal modo que sabía que la muerte le llegaría y de una manera terrible, conciente de que debía sufrir hasta morir para que se cumpliera el designio salvífico del Padre. Su muerte tenía un sentido y un fin que recompensaría tal acto de amor. Cristo vivió preparándose para la muerte, si ha habido alguien que ha llevado una vida de plena lucidez, una vida buena, ese fue Cristo.

Además, a Cristo no le arrebataron la vida como pasaba comúnmente con los condenados al suplicio, sino que él la dio libremente, se entregó y esto le da una connotación de sacrificio, una entrega plena a la muerte por el bien de muchos, por la vida que daría a otros con su muerte.

Cristo aceptó la cruz como el medio para cumplir la voluntad del Padre, como medio para morir, se hizo uno con la cruz. Nunca, durante el camino al Calvario, renegó del madero pesado donde sería humillado y donde entregaría la vida para salvación de muchos, donde se entregaría como cordero único, limpio, sin mancha para ofrecer el sacrificio perfecto para el perdón de los pecados, ya que él contempló una nueva visión de la cruz como un madero que daría vida en abundancia, el “árbol de la cruz” como lo dice también la liturgia en las celebraciones del Triduo Pascual.

Vista de este modo, la muerte tiene sentido, la cruz como medio para dar vida y vida en abundancia tiene sentido y un sentido positivo. La cruz de Cristo como símbolo de vida tiene sentido y un sentido plenamente bueno, al ser Cristo exaltado ya desde el madero es un anticipo de su elevación al cielo, como lo expone el Catecismo de la Iglesia Católica en el núm. 160 “…Cristo, exaltado en la cruz, atrae a los hombre hacia El”. San Pablo explica el sentido de la cruz de Cristo  de muchas maneras. Por ahora quiero exponer solo una, que la cruz por la fe es fuente de poder y sabiduría divina para quienes reciben la salvación de Cristo “Bien es cierto que el lenguaje de la cruz resulta una locura para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es poder de Dios” 1Cor. 1,18.

Por estas razones, la Iglesia Católica ve con buenos ojos la cruz como símbolo de la vida que por Cristo y en Cristo tienen quienes la conforman. No es la cruz por la cruz, sino por los méritos de Cristo la cruz es símbolo de la vida que él otorga a todos los que creen en él y manifiestan su fe con las obras.

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