#ViveFeliz
Mt 5,17-19 "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»"
¡Palabra del Señor!
REFLEXIÓN PARA LA VIDA
Por: Mtro. Gilberto Ballinas.
En la reflexión de ayer, mencioné que el juicio de Dios (a diferencia del juicio humano) es perfecto e irrevocable. De igual modo la ley de Dios es perfecta, como perfecto es su creador. El evangelio de este día nos ayuda a aclarar este aspecto.
Estando con sus discípulos, en su labor de anunciar la Buena Nueva de la salvación, Jesús les dice: "- «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud." Decía esto para esclarecer que los mandamientos y los escritos proféticos, inspirados por Dios, eran una preparación para cuando él llegara, ya que, todo (ley y profetas) hacían referencia a Cristo. En otras palabras, era Jesús mismo, su persona, la explicación única y definitiva de lo dicho por el Dios de Israel, en el antiguo testamento.
Jesús exhortó a sus seguidores a considerar la ley del Señor, vivirla y enseñarla a los demás.
A nosotros, que hemos encontrado al Señor y le seguimos en el caminar de nuestra vida, Cristo nos pide no menospreciar los mandatos de Dios, su Palabra contenida en la Sagrada Escritura. Por el contrario, debemos esforzarnos, cada vez más, por vivirlos y enseñarlos correctamente al mundo, a este mundo que se sumerge cada vez más en un abismo de maldad y muerte.
ELEVO UNA SÚPLICA, A CRISTO, POR TI.
Divino Jesús, que eres el ejemplo perfecto del cumplimiento de los preceptos del Padre; concede, a quien me lee hoy, la luz de tu Santo Espíritu, para que pueda encontrarte en medio de su oscuridad, decida libremente y por amor seguirte, y acepte tu palabra que da vida y esperanza.
Mt 5,17-19 "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»"
¡Palabra del Señor!
REFLEXIÓN PARA LA VIDA
Por: Mtro. Gilberto Ballinas.
En la reflexión de ayer, mencioné que el juicio de Dios (a diferencia del juicio humano) es perfecto e irrevocable. De igual modo la ley de Dios es perfecta, como perfecto es su creador. El evangelio de este día nos ayuda a aclarar este aspecto.
Estando con sus discípulos, en su labor de anunciar la Buena Nueva de la salvación, Jesús les dice: "- «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud." Decía esto para esclarecer que los mandamientos y los escritos proféticos, inspirados por Dios, eran una preparación para cuando él llegara, ya que, todo (ley y profetas) hacían referencia a Cristo. En otras palabras, era Jesús mismo, su persona, la explicación única y definitiva de lo dicho por el Dios de Israel, en el antiguo testamento.
Jesús exhortó a sus seguidores a considerar la ley del Señor, vivirla y enseñarla a los demás.
A nosotros, que hemos encontrado al Señor y le seguimos en el caminar de nuestra vida, Cristo nos pide no menospreciar los mandatos de Dios, su Palabra contenida en la Sagrada Escritura. Por el contrario, debemos esforzarnos, cada vez más, por vivirlos y enseñarlos correctamente al mundo, a este mundo que se sumerge cada vez más en un abismo de maldad y muerte.
ELEVO UNA SÚPLICA, A CRISTO, POR TI.
Divino Jesús, que eres el ejemplo perfecto del cumplimiento de los preceptos del Padre; concede, a quien me lee hoy, la luz de tu Santo Espíritu, para que pueda encontrarte en medio de su oscuridad, decida libremente y por amor seguirte, y acepte tu palabra que da vida y esperanza.
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