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"¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!" Evangelio de hoy


 

Mc 10, 17-27 "Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:

«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».

A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:

«¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».

Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:

«Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».

Ellos se espantaron y comentaban:

«Entonces, ¿quién puede salvarse?».

Jesús se les quedó mirando y les dijo:

«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo»."


Palabra del Señor.


Reflexión para la vida

Por: José Gilberto Ballinas Lara.

Hoy, la liturgia, nos concede unos versos muy hermosos para nuestra reflexión, mediante el testimonial de San Marcos.

Dice la Palabra que se acercó a Jesús una persona y se postró ante él. A diferencia de San Mateo (quien lo define como un joven rico), San Marcos tiene una intención más grande, señalar la mesianidad de Jesús (por ejemplo: cuando refiere a Cristo como "Maestro Bueno"), no le da mayor relevancia a la identidad del interlocutor.

La persona que hace el gesto descrito, ante Jesús, lo llama "Maestro Bueno" a lo que Cristo responde "No hay nadie bueno más que Dios" (Es decir, entre palabras, Jesús hace notar que, este personaje, lo descubre como Dios)

Lo que esa persona quería lograr era "la vida eterna". Jesús al escuchar que aquél (en apariencia) había cumplido los mandamientos de Dios dejados por Moisés, le hace notar que, de nada sirve si su corazón está arraigado a este mundo, por el estatus y los bienes acumulados. Claro está, éste se va de la presencia del Señor por que no pudo renunciar a su riqueza material. 

¿A nosotros qué nos puede regalar esta lectura? Por ahora quiero destacar un aspecto. La auténtica humildad no se lleva con la arrogancia y el egoismo. Según nuestro texto, es absurdo desear la vida eterna si nos afanamos plenamente a la vida terrena. El Señor pide a esa persona desprenderse de los obstáculos materiales que lo atan. Le pide ser libre para seguir el camino del Señor, conocerlo, amarlo.


A nosotros que recibimos el sagrado don del Bautismo ¿Qué nos pide el Santo Evangelio de hoy? Para estar en el camino del Señor y lograr la vida eterna que nos ha coseguido con su misterio pascual,  debemos buscarlo, escuchar su palabra, aceptarla y empezar a liberarnos de las cosas que nos atan a este mundo, y no nos dejan experimentar la libertad de los hijos de Dios. Después, ir a su encuentro con un corazón contrito y humilde, dispuestos a seguirlo hasta las últimas consecuencias (dar la vida, por la verdad, si es necesario), darlo a conocer y ayudar a sembrar el amor de Dios en el mundo. Sólo así, se podrá alcanzar el premio de la vida eterna. ¿Es mucho pedir? ¿Es imposible lograrlo? No tanto. Muchos santos de Dios lo han logrado. Se liberaron de las ataduras de este mundo y vivieron libremente la alegria del amor de Dios. De hecho, nuestro bautismo exige seguir el camino a la santidad. Pensar en la vida eterna es aprender a vivirla aquí mismo, libre y sin obstáculos (soberbia, vanagloria, egoismo, etc.) Arrodillarnos ante el Señor es hacernos más humildes en todos los sentidos y cultivar la capacidad de amarlo en el servicio al prógimo. Es también hacer nuestra opción radical por él, y aceptar su voluntad. 

Pidamos que la Misericordia del Señor nos permita abrir la mente y el corazón a su Palabra salvadora para aceptarla y hacerla vida para poder disfrutar, en este mundo, la libertad plena y el inmenso amor de Cristo, que son ya parte de la vida eterna.

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