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En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo:
-Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Extendió la mano y lo tocó diciendo:
-¡Quiero, queda limpio!
Y enseguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo:
-No se lo digas a nadie, pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés"
¡Palabra del Señor!
REFLEXIÓN PARA LA VIDA
Por: Gilberto Ballinas
Continuemos leyendo el testimonial de Mateo.
Después del extenso discurso evangélico de Jesús, sobre la montaña, con el capítulo 8, entramos a la prédica sobre el Reino de los Cielos. Y comienza hoy con varias curaciones.
En los versos de este día, el evangelista define que Jesús baja de la montaña y con él, una multitud lo siguió. Luego de haber escuchado sus palabras y enseñanzas en el monte, tendrían la oportunidad de verlo en acción, haciendo proezas.
Pronto se dio la oportunidad. Apenas bajando de la montaña se le acercó un enfermo de lepra. La lepra formaba parte de un padecimiento grave e incurable en los tiempos de Cristo. Para muchos era una maldición divina. El leproso era señalado como "de lo peor". Además de sufrir los dolores propios de la enfermedad debía padecer la exclusión. Separado de la sociedad, de su familia, perdía todo derecho y sólo le esperaba la muerte.
El personaje del que nos hablan los versos de hoy, tuvo que romper todos esos esquemas que lo hacían detestable para encontrarse con el Señor. Dice Mateo que se acercó, se arrodilló, y por si fuera poco, mostró su humildad implorando la misericordia de Jesús de manera especial diciéndole "si quieres puedes limpiarme". Ante esa gran fe, el Señor decide hacerlo. Lo sana física y espiritualmente y le restituye la vida completamente. Ya no era preso de muerte. Ahora volvía a recuperarlo todo: sus derechos, su familia, su vida. Un hombre nuevo.
El mundo actual padece muchos tipos de lepra: El egoísmo, la codicia, el odio, entre otros. Cada uno capaz de hacer daño a los demás, y, especialmente a nosotros mismos.
Si padecemos algún tipo de lepra, ahora es un buen momento para decidir salir de nuestra enfermedad, y al igual que el leproso del que habla hoy el evangelio, salgamos al encuentro de Cristo, y postrándonos ante Él, reconociendo nuestra nada, le supliquemos, con fe, para que nos libere de nuestra lepra esclavizante, ser limpio y sanado con su amor, y convertido en hombre o mujer nuevo, lleno de la vida que solo Jesús nos puede dar.
ELEVO UNA SUPLICA, A CRISTO, POR TI:
"Oh buen Jesús, que quieres liberarnos de nuestras inmundicias y pecado, mírame postrado a tus pies y restituye mi vida, conforme a tu voluntad. De modo que pueda sanar completamente de todo aquello que no me permite ser feliz con mi familia y contigo. Amén"
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