"No he venido a sembrar paz, sino espadas" Evangelio de hoy

#DefendamosLaFamilia
#SalvemosLasDosVidas

Mt 10,34-11,1: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles:

-No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará.

El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.

Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades."

¡Palabra del Señor!

Reflexión para la vida

Por Gilberto Ballinas

Por providencia de Dios, hoy se nos regalan unos hermosos pero complicados versos del testimonial de San Mateo. 

Los versos leidos forman parte del discurso que Jesús dirigió a sus apóstoles

En ese discurso detalló, a los 12, las duras y difíciles implicaciones de su elección y seguimiento al Maestro. 

"No piensen que he venido a la tierra a sembrar paz...sino espadas" ¿Qué pensarían los apóstoles cuando Jesús les dice eso? No podemos saberlo. Sin embargo, no deja de ser una expresión que, en primera instancia puede generar desconcierto y confusión. El Señor se vuelve signo de contradicción. ¿Cómo puede hablar así? No olvidemos, el texto hace referencia a un discirso apostólico que tenía como uno de sus objetivos instruir a los elegidos de Jesús sobre las exigencias, las dificultades, y los sacrificios y renuncias que ellos tendrían que cumplir como testigos de Cristo. 

En el contexto actual, donde, (como he mencionado en otras ocasiones) el poder del demonio se nota con mayor firmesa y claridad con las abominaciones como: el privilegiar la muerte sobre la vida (como el aborto y la eutanasia) , la perversión y degeneración sexual que se está volviendo un "derecho" en muchos países, y atenta contra la familia y contra la integridad e inocencia de las y los niños, el aumento en la pérdida de la fe y el amor como valores humanos sublimes, y el caso de sectas satánicas aceptadas y protegidas por el Estado (como el caso del Estado de Massachusetts, en Estados Unidos de América), por mencionar algo. A los que hemos recibido la fe en Cristo, nos invita a hacer conciencia de lo que implica seguir al Señor. 

Hoy, más que antes, Cristo se ha vuelto un estorbo para la gente que, por ignorancia o con conocimiento de causa, obra mal y se obstina en vivir así. A este mundo que parece declinar al poder del maligno, nosotros los seguidores de Cristo, estamos llamados a hacer, nuestras, las instrucciones contenidas en los versos del evangelio de hoy. Habrá quienes, por su fe en Jesús, se vean señalados y hasta repudiados por sus parientes y amigos, para quienes, Cristo es poco o nada relevante. A otros cristianos, les costará dejar de lado sus aspiraciones personales por seguir el camino del Señor. La Palabra del Señor es clara y tajante "El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará" Se trata de dejar eso que, quizá es bueno, por la misión que Cristo nos encomienda, que es, por mucho, mejor. 

Vivir nuestra vida cristiana convencidos de ella, al grado de dar cada vez un mejor testimonio, defendiendo la vida, los valores humano/cristianos, defender la familia humana, aunque eso implique la molestia y descalificación de muchos. 

ELEVO UNA SÚPLICA, A CRISTO, POR TI:

Señor y salvador nuestro, que por amor nos diste la fe por el bautismo recibido; concede a este tu hijo (a) que, conciente de su ser de cristiano y lo que ello implica, se decida a caminar por tu sendero, para que, con fe y esperanza, de testimonio de ti a este mundo pecador. Amén.

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