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Mc 6,53-56: "En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos, terminada la travesía, tocaron tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcados, algunos lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaban los enfermos en camillas. En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos"
¡Palabra del Señor!
REFLEXIÓN PARA LA VIDA
Por: Gil Ballinas
Este lunes de la V semana de tiempo ordinario, San Marcos nos brinda unos bellos versos para reflexionar.
Luego de aquel fascinante acontecimiento en el lago cuando Jesús, por la noche, caminó sobre las aguas. Sin embargo, ellos no lo reconocieron, pues pensaron que podía ser un fantasma. Con este hecho San Marcos busca demuestrar la mesianidad de Jesús. ¿Quién más podría hacer semejante proeza? Sólo el enviado de Dios. Pasado esto, llegaron a la otra orilla en territorio de Genesaret. Dice la escritura que algunos lo reconocieron. A diferencia de los discípulos la noche anterior, estas personas sí reconocieron a Jesús. Al grado que donde él estaba "le llevaban los enfermos" ¿Para qué? No pedían más que "le rogaban les dejase tocar al menos el borde de su manto" Y, de ese modo, los que alcanzaban a tocar, por lo menos la túnica de Jesús "se ponían sanos". La gente que reconocía a Cristo seguramente que se alegraba de verlo y compartía su alegría con otros que podían necesitar del Maestro. Esta acción demuestra el gran interés que aquellos tenían por la persona de Jesús. Aún sin caminar con él, sin ser sus discípulos, dieron muestra de fe, más que los que acompañaban a Cristo.
En nuestros días, en un mundo que experimenta la ligereza de una limitada y fragmentada visión de la vida humana, son demasiados los que se dejan llevar "a donde la corriente del río les lleve", porque han perdido la capacidad de asombro y se conforman con lo que los demás dicen que es bueno y lícito hacer. En este contexto existimos cristianos que, a semejanza de los discípulos, no somos capaces de reconocer la presencia de Jesús en nuestra vida, y rápidamente perdemos la paz y la esperanza ante una situación límite (como la enfermedad y la muerte).
Cristo quiere que seamos como esa gente en Genesaret que, al verlo, lo reconoció de inmediato y ayudó a otros necesitados de Cristo a encontrarse con él, para recibir la sanación de sus dolencias y alivio de sus sufrimientos.
Pidamos a Cristo que nos ayude a reconocerlo en nuestra vida para que, tocando su manto (nuestra fe en él) seamos sanados también de nuestras inseguridades, y, renovada nuestra esperanza, llevemos a este mundo en desgracia hasta Jesús.
ELEVO UNA SÚPLICA, A CRISTO, POR TI:
Cristo Jesús, que estás siempre cerca de nosotros, despeja nuestra mente y corazón de las absurdas y nefastas ideas mundanas, para poder contemplarte en nuestro peregrinar en la tierra, y, con fe y esperanza, viviamos anhelando la vida eterna que tu nos tienes prometida. Amén.
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