José Gilberto Ballinas Lara
MAESTRANTE (Filósofo, comunicador y psicólogo)
La alegría es más que un estado de ánimo, es una condición de
vida, sólo el que está realmente alegre es capaz de vivir. Ella resulta de un
encuentro de la persona con la realidad agradable. Dicha realidad debe tener la
característica de ser bella y buena a los sentidos humanos para que provoque la
necesidad de contemplarla profundizando en su conocimiento mientras se disfruta
de ella.
En la juventud se experimenta la alegría de una manera más
plena, debido a que se tiene un poco más de conciencia de la multiplicidad
de
realidades que se presentan como bellas y buenas y provocan una alegría cada
vez mayor, pero también de otras que pueden traer tristeza y desaliento.
Aún así, hay jóvenes que suelen confundirse y elegir aquello
que aunque con cierta condición de belleza es definitivamente malo, ya que, de
primera instancia puede provocar una aparente alegría pero, se desconoce lo que
ella es en realidad y termina provocando una grande y hasta prolongada tristeza
en el alma y el corazón.
La alegría de los que somos cristianos se funda en Cristo, en
su misterio Pascual. Es en la Resurrección del Señor donde se sustenta la fe
cristiana. La experiencia de encontrarse con Jesús es esencial para creer, de
ese encuentro resulta fe. La Iglesia universal tiene la misión de llevar esta
alegría pascual a todo el mundo, testimoniarla para que sea creíble.
La juventud cristiana formada por todos los y las jóvenes
que, en esa necesidad de descubrir la única fuente de la auténtica alegría han
encontrado a Cristo y lo están conociendo a profundidad, descubriendo que es Él
el único que puede provocar la alegría de vivir plenamente, con amor y
esperanza; debe vivir esa alegría para compartirla a los demás.
En la Jornada Mundial de la Juventud 2012, el entonces Papa
Benedicto XVI, invitó a los jóvenes a “Sed misioneros entusiasmados de la nueva
evangelización. Llevad a los que sufren, a los que están buscando, la alegría
que Jesús quiere regalar. Llevadla a vuestras familias, a vuestras escuelas y
universidades, a vuestros lugares de trabajo y a vuestros grupos de amigos,
allí donde vivís. Veréis que es contagiosa.”
Es necesario que los jóvenes católicos pongan mayor esmero en
conocer a Jesús, para amarlo y alegrarse con él, para que dicha alegría abarque
todos y cada uno de los instantes de sus vidas y demuestren a los demás jóvenes
que solo en Cristo está la fuente de la auténtica alegría.
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