Martes XV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 11,20-24): En aquel
tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían
realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido:
«¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón
se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha
que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día
del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú,
Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te
hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han
hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día
del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti».
Breve reflexión por: José Gilberto B. L.
Gran desconcierto puede provocar para algunos las palabras de reclamo con que nuestro Señor Jesucristo se dirige a varias de las ciudades donde había anunciado la Buena Noticia (Palabra acompañada por el testimonio de Jesús). Sin embargo, aún habiendo escuchado y habiendo presenciado grandes prodigios hechos por Jesús, en general, estas ciudades no se convirtieron, su orgullo cerraba su razón y por ello no lo reconocieron como quien es, el Mesías.
Cuántos habemos que, aún habiendo recibido el anuncio del Evagelio y habiendo contemplado la presencia de Dios en nuestra vida, nos hacemos los desentendidos y buscamos la felicidad y el alivio de nuestras penas en otras realidades materiales (Dinero, poder, pasión, status) dejando de lado la gran revelación que Cristo ha hecho de sí mismo en nosotros. Actuar así es también no reconocer a Jesús como el Salvador, como el único capaz de dar sentido a nuestra vida y procurarnos la tan anhelada felicidad.
¿Qué nos esperará, pues, a nosotros el día del juicio? ¿Será a caso que la antigua ciudad de Sodoma, que no pudo contemplar a Cristo, está en mejores condiciones ante Dios que nosotros, que hemos recibido el mensaje de salvación de Jesús, hemos visto su presencia en nuestras vidas pero no lo hemos querido reconocer como nuestro único Señor y Salvador?
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