Josè Gilberto Ballinas Lara
Hace algunas semanas escribí una pequeña reflexión sobre el amor http://la-filosofia-camino-a-la-sabiduria.blogspot.mx/2011/12/una-pequena-reflexion-sobre-el-tema-del.html En ella expuse mi particular manera de concebir este espléndido tema argumentando que es como un proceso que te lleva del Eros (el amor egoísta) al Ágape (el Amor que se entrega libre y generosamente), es decir, de lo menos a lo más grandioso, de lo sencillo a lo sublime.
¿Cómo notamos este proceso en la práctica?
No es nada sencillo responder a esta cuestión. Sin embargo, desde mi
perspectiva, descubro algunos aspectos que quiero destacar en esta ocasión.
En el ser humano actualmente
persiste una visión muy limitada del amor, esto se refleja cuando nos detenemos
a contemplar lo que pasa en él. Las personas hoy, muchas sin ser lo suficientemente
conscientes de sí, por la condición inherente a su naturaleza, comienzan la necesaria relación
con las demás suponiendo que a cierta edad (comúnmente en la adolescencia) son
capaces, ya, de amar, entendiendo el “amar” como aquél sentimiento
indescriptible que emana del propio ser y que quiere hacer sentir bien a la
persona mediante la cercanía al ser amado, substituyendo así la ausencia del
otro.
Lo anterior nos manifiesta, sí,
una realidad común y corriente, pero a la vez nos demuestra la existencia de la
complementariedad entre el Yo y el Tú. Sin embargo, en primera instancia la
persona que ha dado ese primer paso en la realidad del amor, se centra únicamente
en suplir esa necesidad particular con el otro, es decir, se vale del ser amado
para sentirse bien.
Conforme pasa el tiempo, la
persona va creciendo en sabiduría y va desarrollando una nueva visión del amor,
al punto que, luego de algunas experiencias y muchas de ellas puramente
pasionales descubre que no ha logrado suplir esa necesidad por el otro, ya que
solo ha experimentado placeres superficiales, pero que en nada han llenado
esa sed natural de la complementariedad que solo llenará al encontrar al otro.
Luego de mucho buscar encuentra
alguien que manifiesta su mismo sentimiento, se aman, uno ama al otro en la
medida en que recibe amor. Filial, esto es lo más común entre las relaciones
amorosas y que da cierta solvencia a la pareja y felicidad mientras hay amor
entre ambos.
Pero, ¿Qué pasa cuando descubres
que amas pero no eres correspondido?, es decir, encuentras al ser amado, al
otro que tanto habías buscado pero del cual no recibes el mismo amor que tú le
das. ¿Retractarse?, ¿Hacer un esfuerzo por dejar de amarle?, eso no sería amor Ágape;
este se demuestra en la entrega generosa de todo el ser, del Yo al Tú solo por el hecho de amar, de hacer
un bien al ser amado y eso, por supuesto que a primera instancia, no provoca el
gozo ni la alegría que sí provoca el amor filial. En este nivel el que ama, además
de centrar toda su atención en el otro olvidándose de sí mismo y únicamente por
hacer sentir mejor al otro, por procurar su felicidad al entregar su propio Yo
al Tú, en el fondo experimenta la felicidad de saber que el ser amado es más
feliz con dicha entrega sin esperar recibir amor en la misma medida como él lo
da. Aquí cabe aquélla reflexión que el filósofo y teólogo San Agustín de Hipona expresara al respecto “La medida del amor es amar si medida”
¿Locura?, no al menos en el sentido
fisiológico o psíquico, ya que la persona nunca deja de ser consciente de sí y
de la entrega que hace, libremente de sí al otro. Logrando así colmar su
necesidad de amar. Este último caso es
el amor en su máxima expresión. Este suele ser el proceso que muchos siguen a
lo largo de su vida en cuanto al amor se refiere, pasar de uno al otro, del
Eros al Ágape pasando por el amor Filial, tres etapas de un mismo proceso, el
vivir.
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